Manoli tenía un grave problema. Empezó por los bolsos y los foulards y continuó con las gafas de sol y los zapatos. - Tendremos que mudarnos a un nido mayor- le reprochó su esposo,- aquí ya no cabe más ropa. Manoli, tan práctica, resolvió la cuestión en el acto: trasladó todas las pertenencias de su esposo una rama más abajo. Pero pronto el espacio volvió a resultar insuficiente: sombreros, collares, chaquetas de piel … El problema se agravó cuando se pusieron la tele por cable y descubrió la tele-tienda. Salía de compras durante el día, y seguía comprando durante la noche, repantingada en su sofá. Empezó por comprarse un sillón nuevo, de esos vibratorios que masajean la espalda, con el bajo extensible, para estirar bien las patas. Siguió con una bici elíptica, necesaria para mantenerse en forma, con un juego de cuchillos profesional y con un set completo de rodillos y pinceles para pintar la casa. Después fue el conjunto de maletas, la cama hinchable, tan útil en los viajes, el aparato de corrientes para ejercitar los abdominales y el audífono Oreja 9.000 (su marido parecía estar perdiendo oído, apenas la escuchaba cuando le hablaba). Y más adelante fueron la vajilla y la cristalería Deluxe, que venían con aparador incluido, y el piano de cola, que tan elegante quedaba en el salón. -¡¡¡Blooooooooooommmmmmmm!!!!!- retumbó en el parque una mañana. A los pies del árbol, junto a su rama partida, yacían desparramados collares, cuchillos, bici elíptica, tele de plasma, maletas, audífono, cristalería hecha puré … - ¡La culpa es tuya!,- le espetó Manoli a su marido, que desplumado e imperturbable, le miraba de una forma de lo más extraña.- Te dije que estabas ganando peso.
Manoli tenía un grave problema. Empezó por los bolsos y los foulards y continuó con las gafas de sol y los zapatos.
ResponderEliminar- Tendremos que mudarnos a un nido mayor- le reprochó su esposo,- aquí ya no cabe más ropa.
Manoli, tan práctica, resolvió la cuestión en el acto: trasladó todas las pertenencias de su esposo una rama más abajo.
Pero pronto el espacio volvió a resultar insuficiente: sombreros, collares, chaquetas de piel …
El problema se agravó cuando se pusieron la tele por cable y descubrió la tele-tienda. Salía de compras durante el día, y seguía comprando durante la noche, repantingada en su sofá. Empezó por comprarse un sillón nuevo, de esos vibratorios que masajean la espalda, con el bajo extensible, para estirar bien las patas. Siguió con una bici elíptica, necesaria para mantenerse en forma, con un juego de cuchillos profesional y con un set completo de rodillos y pinceles para pintar la casa. Después fue el conjunto de maletas, la cama hinchable, tan útil en los viajes, el aparato de corrientes para ejercitar los abdominales y el audífono Oreja 9.000 (su marido parecía estar perdiendo oído, apenas la escuchaba cuando le hablaba).
Y más adelante fueron la vajilla y la cristalería Deluxe, que venían con aparador incluido, y el piano de cola, que tan elegante quedaba en el salón.
-¡¡¡Blooooooooooommmmmmmm!!!!!- retumbó en el parque una mañana.
A los pies del árbol, junto a su rama partida, yacían desparramados collares, cuchillos, bici elíptica, tele de plasma, maletas, audífono, cristalería hecha puré …
- ¡La culpa es tuya!,- le espetó Manoli a su marido, que desplumado e imperturbable, le miraba de una forma de lo más extraña.- Te dije que estabas ganando peso.
Jajaja!! Muy bueno, Aurora, me encanta, ole con Manoli, con ella, se cumple aquello de que la mejor defensa es un buen ataque, ole!
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