lunes, 14 de junio de 2010

Mundos desconocidos

Es el anciano que, sentado en la plaza del pueblo, te mira cuando pasas junto a él para intentar aveiguar de quién eres hijo. Es la chica del cuarto que siempre sube por las escaleras porque quiere hacer ejercicio. Es el chico serio que nunca te mira a la cara en el ascensor porque tiene vergüenza.

Son los desconocidos de todos los días, los que te cruzas sin siquiera darte cuenta, los que acabas saludando sin saber por qué, los que tienen una vida desconocida antes de verte cada día y justo después de salir de tu vista.

Ese es precisamente el ejercicio que os propongo. Coged a uno o varios de estos personajes y cread ese mundo del que son protagonistas y en el que tú sólo eres ese desconocido que a veces se cruza con él.

20 comentarios:

  1. tomo tu propuesta de tomar a esos desconocidos aunque vivo en un pueblo..igual la vida de cada uno termina siendo desconocida.
    un abrazo!

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  2. Allá vá:

    EL AMIGO DE GOS

    Cada tarde, al acercarnos al parque, Gos tira ansioso de la correa y gimotea, mirándome suplicante para que le deje ir a ver a su amigo. Siempre está allí, él solo, con la mirada perdida en el horizonte, quieto como una estatua. Cuando ve al perro parece salir de su estado de trance y entonces se ríe como un niño y se agacha para recibirle y palmotearle el lomo. Gos se pone tan contento que, a veces, hasta se mea de alegría, el muy guarro … Entonces el abuelo se saca un trozo de pan duro del bolsillo y Gos se sienta frente a él, muy serio.
    - ¿Cómo se pide?-
    - Uauauau … - contesta el perro.
    - Eso es, siempre “por favor”,- le alaba el anciano otorgándole el premio.
    Mientras Gos se queda mordisqueando el mendrugo a los pies del viejo, yo me voy más allá, junto al estanque, donde suelen estar Leo, Javi y alguno más de la clase.
    - El amigo de tu perro está “flipao”, tío, míralo, “tó rallao” hablando con el chucho, ¿qué le estará contando?
    **********
    Qué delicioso el pan que me trae mi amigo cada tarde, las bolas de pienso resultan descorazonadoras. Qué sorprendentes las historias que me cuenta, a veces en voz alta, otras susurradas al oído. Pero la mayoría me las cuenta con sus manos de pergamino, mientras me acaricia y me rasca detrás de las orejas, y también con los ojos, húmedos, grises y arrugados, de haber visto tantas cosas.
    Así, a través de sus manos y de sus ojos, me mostró cómo era de niño, y lo vi zambullirse desnudo en el río una tarde de verano. Me enseñó también una vieja escuela con grandes pupitres y a una anciana de pelo blanco que lo mecía al brazo balanceándose sobre una mecedora.
    A veces me habla de un viaje en tren, de un viaje largo a una ciudad lejana en la que se sentía muy triste, de una fábrica de chocolate que olía a gloria, de una mujer de ojos verdes, de una trinchera oscura y fría donde un amigo murió en sus brazos, de un baile en la plaza de un pueblo, de una melodía que le hacía vibrar …
    Sólo yo oigo sus historias y, algunas tardes, ni tan siquiera él mismo las recuerda.

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  3. Jo, qué facilidad de creación, yo alucino!!Precioso relato, Aurora! Y perfecto para ilustrarlo, sobre todo con todas las imagenes del final, ¿no?
    Me recuerda a "Voces en el parque", de Anthony Browne, ¿lo conoces? Si no lo has leído, te lo recomiendo, es un delicioso cuento a cuatro bandas (o es a seis?) Besos de oficina!

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  4. Gracias Almu, no lo conozco, lo buscaré.
    Un beso,

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  6. Aurora muy bueno, ¿seguro que esto te sale tan fácil? Que envidia. Estoy con Almu respecto a la idea de llevarlo a un álbum, también me recuerda a A. Browne pero sin ánimo de desmejorar si no todo lo contrario.
    Veo que estamos aplatanados con la calor así que dejo mi relato basado en un desconocido que ha veces veo pasar por delante de mi heladería, espero que os guste:

    El recuerdo

    El viejo de la guitarra arrastraba sus pies hinchados por las calles del centro de la ciudad.
    ⎯Pobre desgrasiao ⎯cuchicheaban los vecinos que, como todas las noches, lo veían pasar en dirección a la antigua iglesia⎯, no puede ni con su alma…
    Pronto se perdía en la estrecha callejuela que serpenteaba sombría hasta la espalda del campanario.
    Todos pensaban de él que estaba senil, borracho o que se buscaba la vida tocando a los turistas la guitarra por algunas monedas. El motivo de su nocturno vía crucis era algo que escapaba a la realidad, algo mágico.
    El músico llegaba siempre a su hora para escuchar las campanadas de la media noche. Aún con el último sonido metálico flotando en el ambiente, los marchitos dedos rasgaban las cuerdas haciendo fluir la melodía y hechizando el momento.
    El segundero del reloj de la torre se alineó con las demás manecillas: las hojas de los naranjos yacían mudas, los pequeños murciélagos proyectaban sus sombras inmóviles en la fachada de la iglesia, las personas se convertían en estatuas petrificadas. El tiempo dejaba de latir.
    El anciano de espalda arqueada sostenía el instrumento como si se tratara de las bridas de un caballo desbocado. De repente, una puerta se abría en el suelo iluminando los adoquines de la plaza. De ella, empezaban a desfilar al son de la música, las figuras de aquellos que habían agotado su tiempo entre los vivos. Fantasmas del pasado se filtraban al mundo de los vivos mientras duraba el hechizo de la desgastada guitarra, hasta que sonara el último acorde.
    Los muertos sabían el valor de cada segundo que robaban a la existencia, saboreaban el instante como un buen vino. Había gritos, carcajadas, aullidos e incluso caricias, besos y abrazos. Unos corrían o daban patadas al aire, otros sentían el flechazo del amor desconocido en vida para ellos. Para las almas en pena, esos escasos instantes eran una segunda oportunidad.
    Todas las noches, mientras el macilento músico tocaba su canción, una joven se le acercaba y bailaba. Lo hacía como si fuera la última vez, dibujaba claveles rojos en el aire con los volantes de su falda y con un mar de rizos morenos azotaba sus hombros desnudos. El viejo se sentía rejuvenecer, no estaba cansado, ni sentía los achaques de su deslucido cuerpo. Se irguió como un torero que juega con la muerte, desafiante. Antes de que la magia se rompiera, la bailaora le acercaba su sonrisa hechicera a los sedientos labios. Mientras lo besaba con la pasión de los amantes prohibidos, ella le susurraba:
    ⎯Te quiero, vida mía.
    En ese instante la guitarra enmudecía. Todos los espectros volvían a las entrañas del viejo mundo y el segundero continuaba su ciclo, como si no hubiera ocurrido nada; silenciando su secreto.
    ⎯Allá va ese loco de vuelta ⎯chismorreaba la gente, señalando al viejo gitano que arrastraba su alma⎯, parece que está llorando.

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  7. Jope, Rubén! Qué bonito! Y qué triste... Para ser principio de verano, nos están saliendo de un melancólico... Estamos blandos, como sepias cocidas...
    Me ha encantado. Un beso,

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  8. Cuando veo a los vecinos de la puerta 3 recuerdo a su antigua inquilina, una anciana despeinada y sonriente. Cada día bajaba las escaleras y corría a su buzón. "Espero una carta" -me dijo en alguna ocasión que cruzamos un saludo.
    Ahora, cuando oigo reir a la niña de los vecinos de la puerta 3 me pregunto ¿dónde recibirá ahora aquella carta?

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  10. Aurora, me gusta mucho el relato, pero creo que me gusta aún más sin la introducción. Sólo los pensamientos del perro son más que suficientes y el principio puede quedar metido dentro de la otra historia, la que nos cuenta perro.

    Rubén, un par de detalles. Por un lado, si los comentarios de "la gente" son con "asento de argún sitio", mantenlo todo el rato. No sientas reparo. Le da cierto sabor a sus palabras. Por otro, cuando pasas del pretérito imperfecto al perfecto en el momento en que el gitano empieza a tocar la guitarra, queda raro. El imperfecto da a entender que lo que pasa en el cuento pasa todas o, al menos, muchas noches. El perfecto, que ocurrió una noche y no tiene que volver a ocurrir. Depende de lo que quieras contar, decídete por uno u otro, pero no saltes, pues puedes liar al lector. Personalmente, me gusta más el imperfecto.

    Micaela, bienvenida. Tu pregunta da mucho que pensar. Sobre todo en la puerta 3. Dos veces. O tres. Espero que te quedes mucho por aquí.

    Ya no tengo más críticas constructivas (creo). Espero ávido las vuestras. Hasta pronto!

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  11. Nombres

    El semáforo se puso en rojo y la conductora del autobús detuvo el vehículo. Cerró los ojos un instante, respiró hondo y miró por el retrovisor. Quedaban cinco personas por llevar a destino. Miró en sus ojos y vio sus nombres. No el que les habían puesto sus padres, sino el que dice tu cara que deberías tener. Así, sentada tras él, una "Susana" estaba leyendo un libro que, a juzgar por su cara, no era muy interesante, pero que tenía que acabar. Aquello olía a examen de literatura. Delante de la puerta trasera, un "Manuel" y un "Javier" hablaban sobre algo Realmente Importante. Probablemente, cómo cambiar el mundo o el partido de fútbol del sábado. Por su edad, probablemente pensaban que se podía llegar conseguir lo primero a través de lo segundo. O peor, que hablando de los segundo se podía conseguir lo primero. Por último, de pie frente a la puerta, listo para salir corriendo, un "Ruperto" vestido de Armani, repeinado para atrás por la lengua de una vaca y con maletín negro muy caro que miraba la hora. Llegaba tarde. Su excusa sería que su coche se había estropeado y había resultado imposible conseguir un taxi. Llegaba muy tarde. Su jefe le iba a despedir. Llegaba excepcionalmente tarde. El Armari no parecía del todo original. Pobrecillo. Le hubiese gustado llamarse "BorjaMari", pero le faltaban influencias, dinero y mucha altivez. Definitivamente, iba a llegar demasiado tarde.

    Entonces me miró a mí. Desconozco el nombre que vio en mis ojos, pero sonrió. ¿Entendió que yo lo sabía? Antes de que pudiera reaccionar el semáforo se puso en verde, ella dejó de mirar y el autobús arrancó sin que nadie más se diera cuenta de nada.

    Pasaron las paradas, gente subió y bajó y ella los nombró, uno a uno, descubriendo su otro yo, ese que ni ellos conocen. Cuando llegó mi parada me estaba mirando por el ommipresente retrovisor.

    - Pepe - me dijo -, cuando lo escribas, pon bien mi nombre.

    - Lo intentaré - le contesté. Para impresionarla quise ponerle uno en aquel momento, pero no supe encontrar uno apropiado. Me quedé en blanco. Sólo pude sonreír y bajarme. Me quedé de pie en la parada hasta que el autobús desapareció.

    He vuelto a esa línea muchas veces y no he vuelto a verte. No tuve una segunda oportunidad o una pista. Sólo un recuerdo y un montón de intentos fallidos. Después de tanto tiempo, estés donde estés, Sela, este relato va por ti.

    Espero haber acertado.

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  13. Hola Pepe!! Me alegro de volver a leerte, después de tanto tiempo. Por lo visto, el buen tiempo desperdiga a los ácaros...

    Gracias por tu comentario sobre mi relato. Es posible que le sobre la primera parte, pero la figura del niño es la única forma que se me ocurrió para darle la perspectiva del "desconocido". Si hablara el perro directamente, lo estaría haciendo de un amigo íntimo.

    En cuanto al tuyo, me gusta la historia.

    Me gustan especialmente las imágenes gráficas del tipo "repeinado para atrás por la lengua de una vaca".

    Pero hay dos detalles que me chocan un poco: yo personalmente, sustituiría el "el que dice tu cara que deberías tener" por "el que según sus caras deberían tener", es decir, mantendría la tercera persona que estabas usando. Y lo segundo, al BorjaMari no parece sobrarle "altivez", de la que puede ir sobrado cualquier muerto de hambre, sino más bien, "buena cuna", "casta", "linaje", o sencillamente "clase".

    Y por último, sólo por simple espíritu cotilla. ¿por qué "Sela"?

    Un beso, Aurora

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  14. Pepe, que bueno leerte. Gracias por los comentarios y muy acertados.
    De tu cuento me chocan algunas cosas, aunque me parece una idea de lo más original, el autobús alimenta nuestra imaginación y nos da tiempo para inventar.
    Bueno, te cuento lo que me salta en tu cuento: empiezas el cuento en tercera persona y luego el narrador se ve involucrado en tal acontecimiento, es un golpe que puede confundir pero me pareció muy bueno, personalmente. El hecho que me extraña es como conoce el narrador lo que piensa la conductora de autobús, me extraña más que la conductora sepa los nombres.
    También creo que en la descripción de los pasajeros te dejas ir demasiado con Ruperto, donde repites por lo9 menos tres veces que llega tarde, creo que eso no le importa mucho al lector si no tiene que ver en el cuento de alguna forma. Esta claro que son críticas en los tres pasajeros y eso me gusta.
    El final muy bueno como solo tú lo sabes hacer.
    Un saludo y pongamos a funcionar los engranajes de este Fantástico club de escritores...!

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  15. Para Aurora, inspiradora de este posible album ilustrado con su frase, "Odio septiembre".
    !!Vuelta al cole!! Por cierto: Estoy intentando subir una entrada nueva pero no encuentro el botón por ningún lado (qué vergüenza, la falta de práctica). ¿Alguien que me lo sople? Gracias!!

    El viejo sauce llorón se dejaba peinar por el viento suave.
    Su nuevo inquilino, un buho gris de ojos amarillos salió de su agujero y se posó entre las ramas esperando a que oscureciera para acechar a algun ratón. Había llegado aquel verano, nadie sabía de donde.
    El sauce suspiró y encogió las ramas.
    -Odio septiembre -musitó.
    El otoño se acercaba despacio y sin hacer ruido. Pero al sauce le daba igual que hiciera o no hiciera ruido. Odiaba el final del verano. Odiaba el frío porque le hacía estremecer y encogerse hasta el más pequeño de los anillos de su tronco. Odiaba la lluvia, que siempre dejaba aplastada su lánguida melena. Odiaba pensar que otra vez se quedaría desnudo, justo cuando más falta le hacía el abrigo de sus hojas.
    -!Quién pudiera ser como el abeto, que no pierde sus agujas y pasa el invierno abrigado!- dijo el sauce.
    -A mí me gusta el disfraz amarillo que han estrenado tus hojas- le contestó el búho- Los abetos se ven iguales todo el año, pero los arboles como tú cambian y estrenan traje nuevo cada primavera.
    -¿Y qué me dices del frío? Todos los años me constipo, con cada estornudo me voy quedando más pelado. Ni las pocas hojas remolonas que aun me quedan en noviembre pueden resistir mis estornudos.
    -Pero el sol nunca te deja, a mi me encanta subirme a tu rama más alta y sentirlo en las plumas de mi espalda, como una mochila vacía, que te calienta y no pesa.
    -¿Y la lluvia, también te gusta la lluvia?
    -!Pues claro! Me gusta verla y oirla desde mi nido en tu tronco. Pero lo que más me gusta es el perfume que le regala al bosque entero cuando llega. Es mi olor favorito. ¿Y sabes qué? Sin tí no sería igual, la lluvia sola no huele a nada. Pero con la tierra, con tus ramas, con tu tronco, se convierte en el mejor perfume. Te lo dice uno que ha volado por todo el mundo!
    -Vaya, nunca lo había pensado.
    El viejo sauce se sintió importante, pensando que gracias a él, la lluvia hacía el mejor perfume del mundo. Definitivamente, el búho era un buen inquilino.

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  16. Bueno, allá va la información de que os hablé:
    me he apuntado a este taller online (sí, un taller de tonterías):

    http://carlasonheim.wordpress.com/2010/08/12/fall-2010-online-class-registration-open-2/

    Empieza el día 15 y durante un mes voy a recibir un mensaje con ideas para dibujar diez minutos cada día (dibujar con la mano izquierda, con los ojos cerrados, dibujar lo que te sugiere un poema,... en fin, viene toda la información en la web. Por si alguien se anima. Ciao!

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  17. Qué cuento tan bonito! Tenías razón: Ya odio Septiembre un poco menos... Muchas gracias, Almu.

    (Te soplo el truquillo: Para una nueva entrada pulsa "Acceder" en el ángulo superior derecho y ahí te dará la opción "Nueva entrada").

    Tu cuento se presta fácilmente a la ilustración. Voy a ver qué sale...

    Un abrazo,

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  18. Gracias, Aurora, yo también estoy cocinando algo. De momento son sólo las "raspas", hay que vestirlo, hay que vestirlo. Besos!

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  19. Hola Aurora:
    Estoy de acuerdo con Oyros que tu relato tiene toda su fuerza sin la "introducción", mucha fuerza, me ha gustado mucho.

    Hola Rubén:
    Tu cuento, sencillamente, me ha encantado, aunque pienso que hay una cosilla que con una pequeña rectificación quizá te quedaría el relato clavado: "El viejo se sentía rejuvenecer (...)de su deslucido cuerpo se irguíó como un torero, desafiante". Pienso que sólo cambiando "irguió" por "erguía" sería suficiente (un fallo común cuando se escribe se escribe y se deja uno llevar); la metáfora del torero me encanta, lo mismo que la de los volantes de la bailaora y los claveles.
    Estoy de acuerdo con Oyros en que el relato adquiriría más fuerza su fuera siempre en imperfecto, aunque sigo pensando que sólo es un error como el anterior.

    Hola Oyros:
    Disfruto leyéndote; menuda alegría ver algo nuevo en tu blog. Alguna cosilla: " El que dice tu cara (...)", lo cambiaría por algo como "el que transmitían sus rostros".
    La palabra "altivez" no la cambiaría pues creo que define perfectamente al personaje.
    Pasar de la 3ª a la 1ª persona no me parece una transgresión a la norma académica, pienso que es un recurso eficaz que te permite pasar de narrador a "personaje escrutado por la conductora". Me gusta mucho tu cuento.

    Esto son sólo opiniones, por supuesto, perdonad el atrevimiento.

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  20. Micaela, gracias por los comentarios. Atrevete a comentar cuando quieras!

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