sábado, 1 de mayo de 2010

Palabras sin patentar

Hola a todos,

Después del precioso final del cuento de Little Mc parece que nos hemos atascado un poco. Al menos yo. Para que no decaiga, os propongo un nuevo ejercicio de escritura.

No sé si a alguno le ocurrirá lo mismo: a veces, aprovechando un lapsus, una confusión, una palabra que se me traba, a mí o a cualquiera de las personas con las que hablo, me da por inventarme palabras y buscarles un significado. Son palabras sin patentar, palabras que no están en el diccionario, pero existen, aunque sólo sea por un ratito, con forma y significado.

Me gusta pensar que son como papeles olvidados en un cajón y yo vengo con una linterna y las alumbro y las saco del cajón. La mayoría tiene su momento de gloria efímera, sus diez minutos de televisión y luego desaparecen. Algunas, pocas, consiguen colgarse a mi memoria, asociadas a un recuerdo especial.

Últimamente me he topado con alguna de estas “palabras sin patentar”: El otro día, en uno de los microrrelatos del blog de Niñocactus (con tu permiso, Niñocactus); hace un par de semanas, en un precioso libro de Mar Pavón, “Petitusos” (os lo recomiendo, por el texto como por las ilustraciones de João Vaz de Carvalho).

Pues bien, se me ocurrió que podía estar bien inventarse una historia para una palabra inventada.¿Qué os parece? ¿Quién se apunta? ¿Nos damos de plazo una semana?

17 comentarios:

  1. Ok! la semana que viene espero tener algo termirresuelto.

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  2. Eh! Yo también me apunto... Un poco de ejercicio para mi neurona.

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  3. - Disculpe, señorita - se acercó cortesmente el caballero del frac y el sombrero de copa - ¿le importa si le imboto?

    La chica, vestida con un corto traje rojo, se quedó pensando si aquel hombre de traje tan poco habitual le estaba tomando el pelo.

    - ¡No! Quierodecir, ¡sí! ¡No lo sé! - exclamó la chica que, de un salto se levantó y salió corriendo de la zapatería.

    El dependiente se quitó el sombrero, lo dejó sobre el mostrador junto a la bota que llevaba en la mano y se frotó la sien. Se preguntó, una vez más, si merecía la pena el esfuerzo de crear una palabra que definiera lo que se hacía la zapatería Imbota.

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  4. Estaba cansada. Necesitaba salir, hacer algo distinto... Miraba su propia vida y siempre veía lo mismo: las cenas con los amigos, las copas en el pub de siempre y los 'vamos a dar una vuelta' con el ligue de turno...
    Esa noche sería distinto, lo presentía.
    Se arregló como nunca, se calzó sus tacones y su falda vaquera, sabiendo que iba al encuentro de algo especial.
    Ya cerca de la puerta sonó una voz: '¿vas a salir?'.
    'Si mamá (dijo ella), esta noche me voy de picos_meleros'.

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  5. EL UTOPÍFONO

    El anciano reparador de utopífonos no daba crédito a lo que veía. Tenía ante sí la máquina más deteriorada que se pudiera imaginar. En todos sus años de oficio no había visto nada semejante. Habían pasado por sus manos utopífonos en muy mal estado, pero ninguno como éste. Se conmovió profundamente al pensar en su triste propietario ¿Cómo habría llegado a esto?

    Lo cogió con delicadeza, parecía tan frágil, y lo colocó despacio sobre la mesa del taller. Se ajustó las lentes de aumento en la punta de la nariz y lo observó detenidamente. Una fina pátina de herrumbre lo recubría por completo, sin duda como consecuencia de un exceso de lágrimas. El ilusiómetro estaba parado, sus manecillas colgaban desmayadas apuntando al suelo, y los muelles de las fantastiquillas aparecían enmarañados unos con otros. Las brujítrémulas de la risa fundidas, la cadena quimericante partida, el alegríadador roto… Tardaría semanas, tal vez meses, en repararlo y ni siquiera estaba seguro de poder conseguirlo. Era el trabajo más complicado que se le había presentado nunca, pero le gustaban los desafíos.

    Empezó desmontándolo, pieza por pieza, y limpiando el óxido de cada una de ellas con un paño suave y una solución jabonososegante, despacito, con cuidado de no quebrarlas. Al desarmar el depósito, descubrió que estaba lleno de monstruos oscuros. Lo taponó con la mano y corrió a vaciarlo en el retrete, no fuera a escapar alguno y a instalarse en su taller. Lavó el depósito con esmero y lo rellenó con líquido esperanzoso, cerrándolo bien para que no se evaporara, es tan volátil…

    Y siguió durante días y semanas de trabajo agotador, hasta que una tarde, después de largos meses atendiéndolo con mimo, una brujítrémula empezó a vibrar, apenas un zumbido imperceptible. Poco a poco resonó con más fuerza y de pronto, se sumó la de al lado (las brujitrémulas, como es bien sabido, funcionan por simpatía), y otra más, y otra, hasta estallar las veinte en una sonora carcajada. Esto puso en marcha la polea satisfactrófica y la cadena quimericante empezó a girar.

    El viejo artesano contemplaba el milagro emocionado, el utopífono agotado resucitando, el corazón roto de su propietario volviendo a la vida.

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  6. Vaya, he cometido una lamentable falta ortográfica!! Por favor, sustituid "brujitrémulas" por la forma correcta, "bujitrémulas".
    Y disculpad el error...

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  7. Aurora, no sé cual de las dos palabrícolas me gusta más. !Qué precioso relato, me ha encantado.
    Oyros, muy bueno también el tuyo! Sóis unas maquinas, !qué velocidad de creación! Mañana cuelgo el mío.

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  8. Aurora, sólo tú puedes salvar la humani... perdón, modificar tu comentario. En el peor de los casos, borrarlo y volver a crearlo.

    En cuanto al relato, me encanta la atmósfera, pero tengo en algún momento me he perdido. ¿Quién es el propietario? ¿Aparece o sólo se le nombra al final? Como comentario personal, siento que le falta (o le sobra) algo para redondearlo. Poca ayuda te presto.

    Marisa, también se podría haber ido de 'romoalbo'.

    ¡Almu y Rubén, esperamos los vuestros!

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  9. Jope, Oyros, eres muy exigente... Los relatos no los escribo yo, sino mi "pilot". Yo sólo lo sujeto entre el pulgar y el índice. Le diré que se esmere un poco más.
    Me dice que te explique que el propietario del utopífono no sale, sólo se le menciona. Si quieres ver un borrador del diseño de la máquina, entra en "Maldelcap".
    Un beso,

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  10. Si, la verdad es que podía haber ido de 'romoalbo' también, pero como soy una coñaza 'repelosa' (mi hijo aporta su granito de arena), no me atreví. La próxima vez prometo 'romoalboarme' y además los picos serán 'mololos'.

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  11. Aurora, perdona por ser tan exigente, pero es que me encantaba la atmósfera y ese final... algo me chirría. Déjame que me piense qué es.

    Vengo de ver el diagrama del artefacto. Genial :) Lo estoy oyendo hacer chup-chup :)

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  12. -Paula, ¿a que cien más cien son trescientos? –le dice Luisete a su hermana.
    -¡Hala, Bruto! ¡Doscientos!

    -Papá, ¿a que cien más cien son trescientos? –pregunta, inquieto.
    -No, Luisete. Doscientos.

    -Mamá, ¿a que cien más cien son trescientos? -insiste, preocupado.
    -No, cielo, doscientos.

    -Pero mamá, yo digo cien más cien, ¿a que son trescientos?
    -Son doscientos, Luisete. Es como sumar uno más uno pero con dos ceros detrás.

    Luisete se pone a llorar, un poco de tristeza, un mucho de rabia.
    -!!!Papá me dijo el otro día que eran trescientos!!!

    -No puede ser, Luisete –contesta mamá-, seguramente papá te entendió mal
    O no te escuchó del todo
    O simplemente, se tiritrabó.
    De cualquier manera ¡eso no es para llorar!

    -Pero después yo le dije a Oscar que cien más cien eran trescientos y él me llamó tonto y dijo que eran doscientos.

    -Puedes decirle a Oscar que te tiritrabaste. No pasa nada, todos lo hacemos.
    Seguro que Oscar también se ha tiritrabado alguna vez.

    -No, él no se tiritraba nunca.

    -Todos nos tiritrabamos, Luisete.
    -Menos tú, ¿No?
    -Yo también. ¿Te cuento un secreto? Cuando era pequeña, una amiga me invitó a jugar al tenis y me dijo: “Tráete una raqueta”. Yo no había jugado antes al tenis. Me tiritrabé y en vez de raqueta llevé una maleta. Cuando la vió, mi amiga me miró muy extrañada: “¿Para qué es esa maleta?”, me preguntó. Yo no quería decirle que me había tiritrabado, pensaba que entonces ella no querría jugar conmigo. “Para jugar al tenis –le dije-, ¿para qué va a ser? ¡Me has dicho que trajera una maleta para jugar al tenis!”.
    Mi amiga se quedó parada delante de la red. Me miró a los ojos un rato largo, largo. Después dio media vuelta y dijo:
    ”Venga, saco yo”.
    Ya llevábamos jugando un tiempo cuando se acercaron unos niños. Al verme, empezaron a reirse. Uno de ellos gritó: “¿Pero qué haces jugando al tenis con una maleta, niña? ¿Estás tonta?”
    Yo me puse blanca, me habían pillado, ¿qué podía responder ahora? Noté que me temblaban las piernas y se me empezaban a mojar las pestañas. Entonces, mi amiga dijo:
    ”¿Qué pasa, bobo, te crees que está llena la maleta?”. El niño se quedó callado y los demás dejaron de reirse. Después de unos cuantos saques más, le dije a mi amiga: “¿Nos vamos? Yo ya me he cansado de jugar al male-tenis”. Le dí la mano y echamos a andar mientras los niños nos miraban como si fuerámos dos auténticas maleteníscolas profesionales.

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  13. Muy bueno,Almu, aún me estoy riendo con ese "venga, saco yo" resignado.

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  14. Caparazón
    El corazón de la tortuga late lentamente y sueña. Tiene ilusiones que no se atreve a contar a nadie por miedo a que se rían. Es ta ligero y asustadizo, que cuando estornuda rebota como una pelota de goma en las esquinas de su cuerpo, buscando una salida.
    Por eso nunca llora, siempre duda, está tan hermético e impermeable como el corazón de una cebolla. Cubierto por una capa sólida, una capa de corazón.
    El caparazón se lo hizo su madre, como un sastre de barcos. Como el almendro a su semilla. Porque igual que él, a su madre le da miedo que algún día alguien se lo rompa.
    La pequeña tortuga sigue soñando, que quizás un día, encuentre un cerrajero que dé con su cerradura.

    PD: Perdón por el retraso. Aurora me encantó especialmente tu cuento.

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  15. Gracias, Rubén.
    Me encanta el oficio de "sastre de barcos" y, como madre, me gustaría tener esa capacidad de acaparazonamiento.
    No te preocupes por tu pequeña tortuga, creo que no existen blindajes de corazón infalibles.
    Un beso,

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  16. Ruben, me ha encantado tu relato! Suscribo lo que dice Aurora, !quien pudiera hacer como mamá tortuga! Me gusta la imagen del estornudo, la de la cebolla, el almendro, la cerradura. Tu tortuguita se hace querer según vas leyendo.

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  17. :O Gracias Almu, el cuento del partido de maletatenis es de lo más. A ver que sacamos para esta semana.

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